Nuestro método, en la práctica, ha roto con las viejas tradiciones: ha abolido el banco porque el niño no debe estar inmóvil y escuchar así las lecciones de la maestra, y ha abolido la plataforma porque la maestra no debe hacer más las lecciones colectivas necesarias en los métodos comunes. Estas cosas son el primer acto externo de una transformación más profunda que consiste en dejar al niño obrar libremente según sus tendencias naturales, sin ningún asomo de obligaciones fijas o de programa, y sin los preconcebidos conceptos filosóficos y pedagógicos que parten de principios que se han fijado por herencia en las viejas concepciones escolásticas.
El nuevo problema se basa, antes que nada, sobre esto: preparar un ambiente adaptado al niño activo. Esta es una necesidad evidente, porque habiendo abolido las lecciones y proponiéndose sustituirlas con la actividad del niño mismo, es necesario proveer a esa actividad cosas externas sobre las cuales pueda ejercitarse. Por eso, como primer paso, transformamos las clases en verdaderas Casas del niño, que se amueblaron con objetos adaptados a la estatura y la fuerza de los seres que debían habitarlas: con pequeñas sillas, mesitas, minúsculos objetos de tocador, tapetitos, toallas y vajillas.
La alegría que experimentan los niños en nuestra escuela y la idea tan simple de aplicar su actividad a conservar las cosas que les rodean, en lugar de aplicarla a labores que malgastan tanto material y tanta energía infantil, han sido dos, entre las principales causas de la difusión enorme que ha tenido el método en el mundo.
Nuestro trabajo y nuestra transformación no se han limitado a procurar un ambiente a las ocupaciones materiales adaptadas al niño, sino que han organizado también de un modo análogo el estudio, esto es, el desenvolvimiento intelectual.
El niño, no sólo se mueve continuamente, sino que aprende de un modo continuo. Fue, precisamente su mayor revelación esta necesidad de una actividad psíquica práctica, no menos grande que la motriz. Pero su modo de aprender no puede ser guiado por el adulto paso a paso, porque no es el adulto, sino la naturaleza quien determina en él aptitudes diversas según la edad (períodos sensitivos). Así, en nuestro método, en vez de ser la maestra quien guía al pequeño a tomar o a usar cosas determinadas, es el niño mismo quien escoge un objeto y lo usa como le dicta su propio espíritu creador, cada niño hace su propia elección y compone ejercicios con un material científico que conduce, paso a paso, al desenvolvimiento mental. Las elecciones son inspiradas por el instinto que la naturaleza pone en cada uno como guía de las acciones del crecimiento psíquico; acciones que se desenvuelven con grande energía y máximo entusiasmo; entusiasmo que hace realizar al niño, sin fatigarle, labores tan grandes como ninguna maestra hubiese soñado asignarle.
Esto lo logran los niños con nuestro método sin que haya necesidad de limitar su número en la clase, sin usar ni estropear una cantidad enorme de material ni recurrir a personal alta y científicamente preparado. En nuestras clases un niñito se ocupa en ejercicios diversos, y puede, sin embargo, recibir un educación individual aun formando parte de una clase de al menos 40 alumnos; en nuestra clase un sistema de material es suficiente para toda ella; en nuestras clases, en fin, la maestra no tiene necesidad de otra preparación científica que la de quedarse a un lado, de aplicar bien el arte de eliminarse y de no obstaculizar el crecimiento del niño en sus múltiples actividades. Este modo de resolver el problema ha tenido como aplicación práctica simplificar la vida y al mismo tiempo, ofrecer nuevas maneras de utilizar la energía.
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